El bien es luz. El mal, oscuridad.
La luz tiene una fuente.
La oscuridad es el vacío.
El origen de todo está más allá de
todo.
La fuente de todo bien es el mayor de
los bienes.
El hombre no es sabio, pero necesita
sabiduría.
El hombre no es bueno, pero necesita
bondad.
El hombre no es fuerte, pero necesita
fortaleza.
¿Dónde las obtendrá?
El fuego quema e ilumina.
La fuerza socorre o destruye.
El amor sólo sirve para el bien.
Donde hay vida, hay esperanza.
Donde hay amor, hay un futuro.
La tristeza es noche. La alegría es
la luz del día.
El triste busca estar solo. El alegre
busca compañía.
La verdad es como el sol.
Se percibe mejor cuando amanece.
En su plenitud, deslumbra.
Pronto recordaremos nuestra vida,
y querremos que ese recuerdo sea
hermoso.
Aquellos que se aman quieren soportar
lo que el otro soporta, y aligerarle
el peso.
Los hermanos lo comparten todo.
Proceden del mismo origen
y tienen una misma meta.
Pronto esta vida será otra vida,
pero nuestro corazón seguirá con
nosotros.
Cada pecho alberga un corazón,
y cada corazón, un tesoro.
Lo más amado es el tesoro de nuestro
corazón.
Alrededor de él se mueve nuestra
vida.
Hay tiempos de bonanza y de
infortunio.
Envanecerse por la suerte
o desesperarse por la desgracia
es vana fantasía.
La confianza en Dios
es el mejor compañero de viaje.
La tierra es el lugar más duro.
El cielo, el más ligero.
Alegría es moverse sin cadenas
por un espacio sin barreras.
La libertad es ser nosotros mismos,
en un mundo donde todos se respetan.
El ser humano ama la paz,
pero se deja arrastrar hacia la
guerra.
Nuestras pasiones van adonde ellas
quieren,
no adonde nosotros queremos.
Si Dios no apareciera en el mundo,
¿cómo podría el hombre saber nada
de Él?
Para los animales, el hombre es como
un dios.
Para los hombres, Dios mismo es
demasiado elevado.
Aunque el sol brille en el cielo,
un ciego de nacimiento sólo puede
imaginárselo.
En este mundo todo es transitorio.
Solamente lo divino permanece.
Lo bello, lo verdadero y lo bueno son
divinos,
porque tienen las cualidades de Dios.
La ausencia, el vacío y la nada
hacen más evidente la Luz de la
realidad.
¿Por qué hay algo, y no más bien
nada?
Porque el amor crea realidades.
El amor es la esencia de Dios.
Es uno de Sus más altos nombres.
En este mundo todo progreso requiere
esfuerzo.
El mundo material está hecho para
poner a prueba el espíritu.
La mejor victoria es la victoria
sobre el propio yo.
El yo y su egoísmo
son la fuente de toda maldad.
El egoísmo se llama diabólico
porque divide a las gentes,
suscitando enemistad y
enfrentamientos.
El otro nombre del obstinado yo
es Satán, el negador de Dios,
el más oscuro abismo.
Nada ni nadie puede oponerse al
Creador,
salvo para marginarse a sí mismo.
Todas las criaturas giran alrededor
del Centro de la creación,
la Luz más poderosa.
En este tiempo de materialismo y
descreimiento,
el hombre se envanece por sus
descubrimientos científicos.
Piensa que puede prescindir de Dios.