¿Son una misma cosa
la creación y Dios?
Si fuera así estamos condenados
desde el instante mismo en que
nacemos.
Naturaleza y Dios no se confunden
dentro del corazón que su esperanza
ha puesto
en una libertad auténtica.
El alma reconoce cuán distinta
es la luz y la voz de su conciencia.
El alma aspira a remontarse
más allá de penurias materiales.
Sobre este mundo se contempla
como hacedora y dueña
de su existencia propia.
De todo a veces la despojan,
y sin embargo es ella quien nos habla
desde su misma esencia:
“yo soy distinta y diferente
de todo cuanto me rodea”.
¿Y habrá de confundirse Dios
con todo lo que existe en este mundo?
Si no hay sabiduría, ni verdadera
ciencia
el mundo ha de moverse sin nosotros,
y sin sentido ni final alguno,
pero el alma aún tendrá su propia
meta.
Existe un orden diferente
que enlaza al Creador con su
criatura,
que a través del amor y comprensión
toda limitación trasciende.
Y las vicisitudes e infortunios
de esta existencia terrenal
no alcanzan a apagar la llama
que en su interior el corazón
alberga y siente.
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