Por qué culpar al cuerpo
de lo que hacen los hombres.
El espíritu viene cuando quiere,
¿pero acaso tenemos la paciencia
que nos requiere?
A veces estar solos y esperar
es arduo y complicado.
El pobre Schumann lo sabía
y perder la razón no fue un delito.
Pues esa efervescencia de la mente
es tanto necesaria, cuanto es
peligrosa.
Somos los vasos o las copas
que reciben del cielo el húmedo
rocío.
Algunas almas se anegaron
bajo un puro aguacero,
y sus cuerpos morían trastornados.
Hay una enfermedad del alma
que no curan las pócimas
de nuestra medicina.
Tal vez se olvida,
y en el sopor nos duerme,
pero allí sigue estando.
¿Por qué corremos espantados
huyendo de un dolor,
si en ocasiones es
nuestra única vida?
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