"Sé generoso en la prosperidad y agradecido en la adversidad." Bahá'u'lláh

viernes, 19 de julio de 2013

Más allá


Ay, si pudiéramos mirar

más allá de la tierra y sus montañas,

los ríos y sus valles, el mar y su oleaje.

Vivimos confinados en un oscuro mundo

de pequeñas miserias y de afanes,

de tristezas y pobres alegrías.

Hay en el corazón

un ansia de soltar amarras,

mas el deber conserva lo que es justo

y nuestros pies refrena.

Somos pequeños seres nómadas

que han aprendido el hábito de estar

en un lugar y en una casa.

Hemos creado un mundo

de grávidas palabras y de afectos,

creencias ancestrales y recuerdos.

Un terremoto solamente

podría echar abajo sus pilares,

aunque los mundos también caen.

Esta existencia nuestra,

tan apegada a sus rutinas,

sueña tranquilamente que es eterna.

Pero los hombres mueren aun más rápido

de lo que tardan en nacer.

Si más allá pudiéramos mirar,

y en un instante contemplar

la superior belleza

que envuelve todo lo creado,

la tierra misma mostraría

una distinta consistencia,

y se vería al fin

como escabel del cielo,

espíritu encarnado

y refulgente espejo.





Busca


Detrás de las montañas,

allí donde la luz se oculta

y el verdadero Sol se guarda,

buscamos la preciosa y bella gema.

A lo largo del tiempo caminamos;

somos los peregrinos de una estrella

incomparable y clara,

que luce en lo más alto

del hondo firmamento.

¿Es nuestra vida una constante busca

y un levantarse eterno

sobre la pobre realidad del hombre?

¿Por qué el olvido nos aferra

y sobre el polvo deja

las bellas ilusiones?

El oro verdadero

se esconde en las montañas

y no luce su brillo ante la vista

sino del buscador auténtico.

Tesoro es el que colma el corazón

y le confiere vida,

aunque todo verdor se nos marchita.

¿Y dónde el corazón encuentra

la intemporal riqueza

que ensancha la morada en la que habita?

¿Hay una luz más bella que ésa

que da su claridad al día

y que a la noche en su confín conserva?

La más hermosa gema

sobre el abierto cielo

se nos muestra.

Es el mayor lucero,

la más radiante estrella.

Bajo su luz nos vemos

y en nuestro amor reconocemos

nuestra elevada esencia,

más allá de las cosas y los nombres.





Los bahá'ís


Las llamas del averno

y la mortal laguna

no apagarán sus voces.

Alegres y confiados

entonan sus canciones.

Como una hueste en marcha,

con relucientes armas

brillantes y amistosas

revelan sus miradas.

¿Quiénes así sin miedo

imperturbables van

hacia la noble meta?

¿De dónde su entusiasmo viene,

que a todo sobreponen

resueltos y seguros?

¿No está el futuro escrito

y tiene la esperanza

una posible senda?

¡Aún más! Es la promesa cierta

de quienes contemplaron

la Gloria manifiesta.

Su aliento les levanta

sobre la corrupción del mundo

y su fatal miseria.

¿Recordarán un día las naciones

el tenebroso tiempo en que lucharon

por un palmo de tierra?

La sepultura es todo

lo que en el polvo hemos de ver

en la existencia venidera,

pero este mundo puede ser

el escabel del cielo

y una brillante estrella.

La luz sobre su espejo

disipa las tinieblas

y aleja todo miedo.

¿Veremos esa nueva tierra

o como el gran Moisés iremos

sólo hasta su frontera?

Los hombres y mujeres con el fuego

de un amor depurado

habitarán la tierra.

Los mansos y los pobres

serán al fin los dueños

de la mejor riqueza,

la que del corazón

como una fuente mana

libre y auténtica.

Sobre las altas ramas

cual pájaros que cantan,

contemplan ellos las estrellas.

Tal como Orfeo conmovió a las fieras

y descendió al infierno,

entonan sus canciones.

Al lodazal del mundo van en busca

de aquellas almas puras

que elevarán la tierra

a su mayor belleza,

la de una humanidad

completa y verdadera.

Un mundo que confía en su artificio,

que está privado de sabiduría,

no encontrará el camino.

Ay, errantes criaturas,

que con lágrimas pagan sus errores,

¿escucharán un día?





En memoria


EN MEMORIA DE

MARGARITA FERRAGUT




Cuando las nubes cubren esta tierra,

la tristeza se extiende y como un ala

a sus pobres criaturas da cobijo.

En su recogimiento se entremezclan

y comparten la dicha de haber sido

partícipes de un bello sentimiento.

Del maternal amor y el sacrificio

somos testigos todos los presentes

y sabe mucho más el que temprano

de este mundo inferior se ha hecho ausente.

En ese plano de la eternidad

todo tiene que verse diferente.

Las penas y alegrías cobran otro

sentido, otra distinta realidad.

Lo primero es lo último

y lo más olvidado, lo primero.

Lo que este mundo aprecia, se posterga,

y lo que es despreciado es verdadero.

El orden de las cosas se establece

finalmente de acuerdo con su Ley.

El juicio más veraz es para todos

aquel que emana del bendito Rey

que la Gloria divina manifiesta.

A todos con Su fuerza nos alcanza

y a todos con Sus aguas ha dado de beber.

Quien a la sombra de Su tabernáculo

ha sabido buscar el dulce amparo

no se verá sin la suprema dicha.

Allí donde las almas se reencuentran,

allí donde el amor tiene su nido,

allí deben reinar con alegría

quienes en este mundo conquistaron

el corazón de todos los amigos.





Crepúsculo


Los hombres yerran

por infinitos páramos,

donde la sangre vierten y sus lágrimas

apenas pueden refrescar la tierra.

La luna en su menguante cerco

su resplandor apenas nos entrega.

¿Estamos olvidados de los cielos,

que su maravillosa luz esconden?

Los hombres lloran en la noche.

¿Es éste su destino, el de acabar sus días

caídos sobre el polvo y esparcidas

sus cenizas en un raro desorden?

Pues el recuerdo también muere

y pierde nuestros nombres

y nuestra imagen descompone.

Un plazo limitado se concede

al que persigue una mayor fortuna.

La más brillante torre se derrumba

bajo el inexorable viento.

Con arrebato llega el tiempo

de las palabras últimas.





lunes, 15 de julio de 2013

Cautivo


Inconmovibles hierros y murallas

aferran al cautivo.

Su corazón que llora y languidece

en el silencio recluido

oye a la alondra que sostiene,

como si fueran suyos,

un lastimero canto

y un aspirar doliente.

La cegadora y silenciosa muerte

ha venido a romper

ese lazo amoroso.

El ave celestial ha enmudecido.

El prisionero llora y agoniza,

y quien lleva en su mano

el despiadado fuego que desata

los quebradizos nudos del amor

muere también en una más oscura

y olvidada prisión.





Vela


Con la ceniza de los sueños

llena el tiempo su ampolla,

como la vela que arde

en una oscura estancia

y se consume hasta que es sólo

fría cera sin luz.

Pero mientras está brillando,

qué portentosa claridad,

qué tangible belleza:

todas las cosas tienen su lugar,

porque tú estás en medio de ellas.

La voz que puede describir

tu sentimiento no es menos hermosa.





domingo, 14 de julio de 2013

Playa


Descalzos caminamos por la playa,

cuando las olas blandas nos recuerdan

el rumor infinito del silencio,

y acarician los pies que pertenecen

a la tierra humilde y generosa

en la que nunca al fin harán raíces.





Perfección


La perfección tendría que ser esto,

lo que el anciano ha visto

y lo que el ángel sabe.

Una armonía más perfecta

que la de los recién nacidos.

El contraste de luces y de sombras

es lo que nos permite ver.

En el deslumbramiento no podemos

distinguir nada y sin nuestra ignorancia

jamás progresaríamos.

Lo bajo y lo elevado, lo débil y lo fuerte

se alternan como el valle y la montaña,

la lluvia y la sequía, las olas y la playa.

Se hace en la música evidente

y en la paleta del pintor

son todos los colores de este mundo

los que la realidad requiere.

Ninguna cosa sobra ni puede estar de más

cuando la creación es tan perfecta

como está manifiesto al pensamiento.

Ya que has podido verlo,

no dejes que se vaya de tu mente.

Despierta y atesora cada instante

como una parte de ese todo

que tiene que construirse ante tus ojos.

Pues todo está en proceso

y nada sobra ni tampoco

puede faltar en la obra más madura.

Eres autor y aun más espectador

de aquello que ante ti se está tejiendo,

el más bello tapiz

que abarca el mundo entero.





Sueño


El cielo se ha nublado

y en el regazo cálido del sueño

tu cuerpo se sumerge.

La mente ha penetrado en el olvido,

de donde nacen los recuerdos.

En el ensueño somos

actores y teatro,

espectador y dramaturgo.

Y la naturaleza en su reposo,

como al enloquecido Lear,

nos sana y recompone.





Océano


Los cuerpos yacen muertos en la orilla,

por el océano arrojados.

Somos esencia viva

que espera ser lanzada hacia lo alto.

La espuma de las olas nos envuelve

luchando contra la zozobra.

El sol bajo las nubes se oscurece

y el día en negra noche se transforma.

La muerte lucha con la vida,

que hacia el abismo pugna por llevarse.

Hasta la luz más fiel lo vivo ansía

con tesón y dolor el remontarse.

Igual que náufragos que apenas vemos

en donde tierra y cielo se confunden,

la decisión de ser lo que queremos

nos mueve entre las sombras y las luces.

¿Juguetes de las aguas somos

o pobres naves sin timón?

¿Los vientos nos azotan caprichosos

o pretenden probar nuestro valor?

El alma brega en medio de las olas

bajo los infortunios del destino;

un súbito arrecife asoma

como el agudo filo de un cuchillo.

Vivir o perecer lo es todo

para el que el libre navegar no espanta.

Y en sufrir la tormenta con decoro

donde su joven corazón descansa.





Creador


El hombre es un pequeño creador

que sigue al Sol en su grandiosa órbita,

siempre que tiene cerca de su pecho

el astro que refleja como luna

su forma más perfecta.

De niño aprende las palabras

que enseñan el aspecto de las cosas

y con los años siente su carácter

y su pasión despiertan.

Así llega a crear un orbe propio;

en su brillante espejo reconoce

la luz que a su inocente ser desciende.

El mundo renovado se presenta

como una formación recíproca

de mente, manos y experiencia.

Su comprensión se agranda y su visión

llega tan lejos como sus anhelos.

La ciencia de la vida adquiere

allí donde es posible descubrirla.

Su ser alcanza cuanto mira

y su nuevo poder le torna vanidoso.

Los torpes pasos de soberbia llenos

le hacen creerse casi un dios,

pero los hombres pueden solamente

edificar con barro y con adobe.





miércoles, 10 de julio de 2013

Tiempo


Es más veloz que el viento,

pero nadie ha podido detenerlo.

Los más bellos caballos al galope

no pueden alcanzarlo.

Se escurre entre los dedos como arena

y llena las clepsidras del recuerdo

con amargas memorias y cenizas.

También las alegrías y los éxitos

a su paso aparecen en justa perspectiva.

Nada es como se muestra hasta que el tiempo

lo pone ante su vista.

Es un juez implacable.

No acepta los regalos ni sobornos

del corazón humano.

Con él nosotros nos movemos

a donde nadie quiere, a donde vamos

inexorablemente, hacia las aguas

del mayor de los mares, el gran lago,

enigma portentoso donde lo haya.

De la existencia es nuestra entraña

que se estremece bajo los empujes

de un vendaval tan fiero que sin saña

todo aquello que alcanza lo destruye.

De arena los castillos en la playa

sus olas sin dolor los desmoronan.

Nos vamos y venimos

y en él nos encontramos.

La eternidad es una imagen

que nuestro tiempo es incapaz

de concebir e imaginar.

Somos sustancias en proceso

con un delante y un detrás.

Pero este tiempo así también se agota

como la arena de la ampolla

cayendo poco a poco.

Un grano más y un grano menos

para llegar hasta el final

oscuro y portentoso.

De tiempo estamos hechos

que ve cómo las cosas se van yendo

hacia esa otra gran eternidad

que es nuestra memoria.

La montaña no cae, pues reposa

sobre su propio peso.

Por la ladera abajo el río fluye

también muy fácilmente.

El tiempo sigue la pendiente

de lo que va hacia abajo.

Para encontrar la eternidad debemos

desapegarnos del mortal afecto

a lo que es transitorio y cotidiano,

como las aves que remontan vuelo

sirviéndose del aire cual peldaño.

El alma anhela su mayor espacio

allí donde las trabas materiales

no son obstáculo.

La luz de los afectos verdaderos

irradia sobre todos los espejos

pulidos de su escoria terrenal

y en los amados rostros se refleja.

El bello corazón del compañero

con verbo compasivo y solidario

escucha nuestras cuitas y aconseja.

Todo se desmenuza como el polvo

con el que estamos hechos.

A él hemos de volver

como al crisol terreno

donde se fragua todo

y de su seno se alza nuevo.

Mas nuestras almas desprendidas

contemplarán la edad de los mortales,

se admirarán con sus afanes viejos

que no cesan de dar materia al fuego

y se preguntarán por qué los hombres

no han aprendido aún a ser cabales.

Del tiempo es el proceso

en que reposa todo aprendizaje.

Nadie desea ser tan joven

para volver al vientre de su madre

y allí permanecer a salvo

de las vicisitudes e infortunios

de este azaroso mundo.

Llegar a ser aquello que podemos

por nuestras potencialidades

hace feliz a quien lo logra

y a quienes le rodean.

Los días de esta vida, más preciosos

que el oro y los diamantes,

fluyen veloces cual cascada

de gotas de agua o notas musicales

hacia ese Océano más grande

donde todas las voces tienen alma.

El tiempo es nuestra herencia,

que con facilidad dilapidamos,

y encierra en su interior

todas las maravillas que este mundo

es muy capaz de darnos.

Mas si lo que perdura contemplamos,

la construcción del alma buscaremos

y cuanto nos eleva hacia lo bueno,

lo bello y verdadero,

la dignidad humana.





Infinito


La llanura parece inacabable,

aunque los ojos hasta el horizonte

extienden su visión tan solo.

Sin límites la vida se te antoja,

pero una resistencia encuentras

y un imposible cada vez.

De la prisión sus muros

distantes te parecen,

aunque no puedes caminar

en línea recta.

Escaleras que suben y que bajan,

puertas cerradas,

postigos oxidados

y unos pies que vacilan

cargados con el peso de los años.

El corazón lleva tu sangre

a los más apartados recovecos

y avanza millas

con imparable empuje.

El más pequeño punto

infinito parece al que lo mira.

Pero el tiempo se acaba y el examen

habrá de proseguirse en otro día.





Borges


¿Es Buenos Aires la ciudad

que alberga el silencioso laberinto

o acaso es solamente el medio

por el que un hombre desdichado

descubre un mundo ajeno y enemigo?

Las casas y las calles que soñaste

se ocultan en un tiempo abandonado,

como las aguas que anegó su río

en un mar que es también heraclitano.

Los ríos y las huellas son el tiempo

que no puede vivir cautivo

en la múltiple imagen del espejo

ni en el hospitalario laberinto.

Son como el viento que se aleja

con el perfume de un momento aéreo,

como las alas que derrite el sol

en la loca proximidad intensa.

Todo es lejano para quien recuerda

y no es posible un arte diferente,

puesto que nacen de la anciana Musa

todo el saber y toda tu destreza.

En un cantón de Helvecia recogiste

las horas y los días entrañables

en que uno aprende y desaprende todo

lo que se necesita para el mejor viaje.





Inundación


Empiezan a subir las aguas,

anegando la tierra

firme y estable donde habitas.

Sobre los corazones ateridos

llueve y crepitan las hogueras

lejanas como bosques de cipreses.

El ave en la espesura busca

una escondida presa

y la hondonada es una noche

sin luces y callada

como un cirio apagado,

como un rostro dormido.

Cae el viento del norte

sobre las jardineras y sus flores marchitas.

Tus manos se desprenden

de sus pocos tesoros.

Tu vida sólo sirve para salvar la de otros.

Caballos panza arriba se marchan con las aguas

y un pájaro sin alas desanda su camino

hacia el nido vacío.

Llueve en el mar con la amargura estéril

de un verano sin frutos.





martes, 9 de julio de 2013

El Báb


¿Soy digno de decir tu Nombre,

que es el más elevado y el más noble?

¿Cómo he de referir tus gracias,

si toda la existencia se halla llena

de tus incalculables dones?

Con tu gran sacrificio,

abriste un nuevo tiempo para el hombre

y una más alta edad amaneció

para la tierra entera.

Eres la Puerta de la dicha

y el Sol en su esplendor

para una nueva humanidad.

Desde el sagrado monte,

tus ojos nos contemplan

y extienden su visión

más allá de la noche,

hacia el esplendoroso día

de Gloria manifiesta.

¿Quién puede comprender

tu fuerza y vislumbrar

el prodigioso alcance de tus huellas?

Los frutos de tu Árbol santo

cubren el polvo bendecido

por tus sagrados pasos.

Somos los hijos de una nueva edad

que tu inocente sangre ha inaugurado.





domingo, 7 de julio de 2013

Árbol


El hombre es como un árbol

que en esta tierra tiene sus raíces

y al firmamento eleva la copa con sus ramas.

Del agua y de la tierra se alimenta

y con la luz del Sol

adquiere su esplendor.

De sus esbeltas ramas pende el fruto

y al más humilde da su sombra.

Los vientos le remecen y le azotan,

mas en su sitio permanece.

Alegra nuestra vista su belleza

y en pie hasta su muerte

con pundonor se esfuerza.





Sendas


Entre la niebla y el olvido

la luz del sol casi no brilla.

Los árboles recorren su camino

desde siempre, sin prisa.

Sólo nosotros no tenemos

una senda trazada.

Si nuestras manos fueran

aún más hábiles,

¿qué torbellinos no desatarían?

Mas el retorno hacia el origen

parece siempre abierto,

como hacia el mar del que nacimos

y al que volvemos siempre.

La tierra a nuestros pies,

como una hermana

fiel desde la niñez,

nos acompaña.





jueves, 4 de julio de 2013

Ballenas


Arriban las ballenas a la playa:

el corazón que sangra

no enrojece la tierra.

A las montañas huye, si es posible

y no resiste por más tiempo

sobre este duro suelo.

Su jugo han exprimido

en el cuenco vacío de la noche,

y ahora está huyendo el día

(quien abomina de la luz

no puede hallar a Dios).

Sobre la playa lentas agonizan

con la final caricia de las olas.

Las palabras que nunca fueron dichas

en su interior persisten mudas

y con su corazón se apagan.

¿En qué recodo del viaje

atrás dejaron su felicidad

posible, no nacida?

Juntas alegremente navegaron

un día en soledad perfecta.

Chillidos estridentes de gaviota

dicen adiós al sueño de los mares.





Caracola


No puedes desligarte de esta tierra,

ni aunque camines lejos

llegar a percibir su redondez.

Igual que las palabras crecen

y en el silencio nacen como flores,

tu corazón en tu interior palpita

y nadie lo percibe ni lo escucha.

Como a esa caracola,

que en la olvidada orilla

está añorando el mar.





Ulises


Triste va como Sísifo

detrás de su gran piedra.

El mar con su vaivén no es más constante.

De los años el báculo sostiene;

de allí vienen recuerdos más amargos.

Como Ulises creyó en una meta;

como él ahora ya no es nadie.

Amigos los tenía;

dejó que se marchasen.

(Nadie debe seguirle con disgusto;

a donde algunos van no quieren compañía.)

Del cíclope monstruoso

no comparte su horror.

Amor y soledad no son buenos amantes.

Feliz o no el destino,

contra el pecho se abraza como a un hijo.

Lleva su carga igual que todo hombre;

el tiempo y su porción los diferencian.





Recuerdo


Te recuerdo en la noche,

consumiendo sus horas con fervor.

Eras como el navío que se lanza

con desplegadas velas,

que nada podrá nunca sujetar.

Querías conocer las altas cumbres,

donde nieves perpetuas permanecen.

Voy a decirte “aguarda”, pero es tarde,

porque el otoño ya dejó sus hojas

sobre el camino que aún ayer veías

abierto y expedito,

como la aurora al comenzar el día.

Eras la ráfaga que sopla

al despuntar el alba.

Ya nada te traerá de nuevo

el impulso vivísimo que enciende

la brillante mirada y las jóvenes mejillas.





Hölderlin


Su voz está sonando como un címbalo

en los negros caminos de la noche.

Una torre dormida permanece

en la orilla del río soñoliento.

El águila voló sobre las cumbres

y el rostro vuelve hacia lo lejos.

Diotima ha muerto y el invierno

finalmente ha llegado.

Las aguas bajo el río congelado

siguen manando desde la montaña,

mas su felicidad primera

pervive únicamente en el recuerdo.

Arriba en el etéreo firmamento

la majestad divina refulge como el oro.

En la pobreza de su soledad,

nevado el corazón está como el cabello

y su campana azul casi no suena.





Ahogado


Con el mar se mezcló tu sangre

y hasta mí vino el llanto de los peces

que probaron tu carne.

Ya nadie te recuerda.

Fuiste cerrando puertas y ventanas

y tu pequeña luz se fue apagando.

Sin una despedida, bajaste los peldaños

que llevan a la roca de la luna.

Nunca te oí decirlo, pero sin duda creo

que te sentías libre,

como la nube a la que lleva el viento.

Echo de menos nuestras pláticas

y tu indulgencia, acaso tu desdén

por los desasosiegos cotidianos.





Trakl


En el atardecer Trakl caminaba

a través de los bosques otoñales.

Antes de tiempo oyó

las flautas que sonaban cuando el sol

rodaba hacia el ocaso

y los agonizantes que gemían

con sus quebradas bocas

al ángel de la muerte recibían.

En Grodek, en Polonia y en Europa

un vendaval de horror se ha levantado

para enterrar las últimas soberbias

cabezas coronadas.

Un solitario poeta transitaba

por el puente tendido hacia el futuro,

y con espanto vislumbraba

los signos de la muerte y la impiedad

que el nuevo tiempo reclamaba.






 

miércoles, 3 de julio de 2013

Errante


Errante fuiste entre las sombras

y ausente y silencioso caminabas

por cien senderos sin destino

era tu corazón tu laberinto–.

Los reflejos del cielo sobre el agua

con devoción estéril perseguías

y en los atardeceres rebuscabas

en las buhardillas de tu fantasía.

(A la muerte en tu pecho cobijabas

y a la doliente vida.)

La luna como el sol te visitaban

en los rincones de tu soledad,

pero a los ojos vueltos a sí mismos

su clara lumbre no podían dar.

Mas del infatigable largo cauce

por el que van las aguas de su río

el tiempo sabe construir un lecho

así para los muertos,

como para los vivos.

El rayo que engendró todas las cosas

al más oscuro e infernal lugar

veloz y repentino alcanza

y con fulgor lo vuelve a levantar.






Árboles


¿Por qué callan los árboles

cuando caminas a su lado

y esperas descubrir entre las nubes

el sol que todo lo ilumina?

Un hombre solo no parece

distinto de esos árboles,

salvo en el modo como mira

las cosas que están lejos.

Sus ojos son un fuego que se apaga

mientras la noche prende sus estrellas

y el musitar del aire

nos cuenta su secreto.

¿A dónde puede ir el hombre

que no ha aprendido los caminos

de la sombría noche?

Sus huesos son las piedras que se pulen

bajo las aguas del constante río.

¿Dónde hallará una voz que le devuelva

la sempiterna música del mar?







Nada


Tú no eres nada y, sin embargo,

las palabras acuden como pájaros

a posarse en tus ramas.

Con su canto despiertan

ignorados saberes,

y una figura del oscuro ser

emerge como el día de las sombras.

Para caer en lo que más detestas,

solo una brisa suave

e imperceptible basta.







Hombre


El amor todo lo embellece,

aunque de corruptible materia esté hecho.

Pero tu sombra amiga no consiente

que todo lo conviertas

en blanca superficie, en terso espejo.

El hombre, un obelisco en el desierto

y truenos en el cielo de la tarde,

de las horas extrae su riqueza.






Desnudo


Desnudo de palabras como un árbol,

escuchas sus canciones en el viento.

En la techumbre azul donde los sueños

vuelan y bogan como cisnes blancos,

hay un tranquilo y transparente lago.

No es para ti un escudo ni defiende

tu cabeza febril, aunque inocente,

de la airada tormenta que amenaza.

Los brazos como ramas hacia el cielo

se elevan para ver allá a lo lejos

cómo luce la tierra,

tan pobre y tan independiente,

como esos pájaros sobre un tejado

de la ciudad inabarcable y fuerte.

En las horas tempranas de la noche

se giran las palabras como flores.

La cegadora claridad apaga

la breve llama que en el pecho habita.

Sobre un abismo se levanta el día,

pues sin la oscuridad y su silencio

nada puede surgir:

en la profunda tierra sus raíces

hunde el árbol antiguo de la vida

con amorosa calma día a día.





martes, 2 de julio de 2013

El Sol


El cuerpo es tierra; el alma es luz.

El Sol todoglorioso se refleja

en los diáfanos espejos

de nuestras almas puras.

Humildes nos volvemos

hacia su luz completa

y como flores nos giramos

tras de su faz radiante.

¿Querríamos vivir en la tiniebla

incierta y vacilante

de esta mortal caverna,

si el Sol en su esplendor luce brillante

sobre toda cabeza sombría o abatida?

El cielo abierto muestra su belleza

y en él la tierra cobra nueva vida.

Como una nueva primavera,

el Sol trae consigo vivacidad y fuerza

y una visión que abarca

lo que es mortal y efímero

con claridad perfecta.

Para nosotros útil y benéfico

es aquello que eleva en nuestro pecho

el amor hacia todo lo creado,

la bendición de la existencia

bajo el calor de su amoroso manto.

Buscamos en la tierra nuestro hogar,

pero en el cielo vive el pensamiento

con el que se construyen nuestras almas.

El Sol las ilumina y las enciende

con un nuevo vigor

y fuertes sobre el mundo

las sostiene.






Luz


La luz que nos envuelve y que nos lleva

de la nocturna sombra al deslumbrante día,

desde la oscura noche tenebrosa

y el silencioso e inhóspito vacío

hasta la prodigiosa claridad

del clamoroso día,

sobre nosotros luce al fin,

a nuestro alrededor se extiende

cual amoroso manto

que abraza cuanto toca.

Yo me sumerjo en su vital oleaje

y entre sus ondas soy como un delfín feliz.

Levantamos los ojos hasta el sol

y agradecidos vamos bajo las nubes blancas.

Nada me impide navegar más raudo,

salvo este cuerpo que desea

ser él también la luz en la que habito.

La luz se llena de canciones

y sus vibrantes ondas suenan

como maravillosos ecos

de inmaterial belleza.

Todo desciende desde el Sol más alto

hasta los valles de brumosa sombra

que recogen el pródigo rocío.