Desnudo de palabras como un árbol,
escuchas sus canciones en el viento.
En la techumbre azul donde los sueños
vuelan y bogan como cisnes blancos,
hay un tranquilo y transparente lago.
No es para ti un escudo ni defiende
tu cabeza febril, aunque inocente,
de la airada tormenta que amenaza.
Los brazos como ramas hacia el cielo
se elevan para ver allá a lo lejos
cómo luce la tierra,
tan pobre y tan independiente,
como esos pájaros sobre un tejado
de la ciudad inabarcable y fuerte.
En las horas tempranas de la noche
se giran las palabras como flores.
La cegadora claridad apaga
la breve llama que en el pecho
habita.
Sobre un abismo se levanta el día,
pues
sin la oscuridad y su silencio
nada puede surgir:
en la profunda tierra sus raíces
hunde el árbol antiguo de la vida
con amorosa calma día a día.
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