¿Es Buenos Aires la ciudad
que alberga el silencioso laberinto
o acaso es solamente el medio
por el que un hombre desdichado
descubre un mundo ajeno y enemigo?
Las casas y las calles que soñaste
se ocultan en un tiempo abandonado,
como las aguas que anegó su río
en un mar que es también
heraclitano.
Los ríos y las huellas son el tiempo
que no puede vivir cautivo
en la múltiple imagen del espejo
ni en el hospitalario laberinto.
Son como el viento que se aleja
con el perfume de un momento aéreo,
como las alas que derrite el sol
en la loca proximidad intensa.
Todo es lejano para quien recuerda
y no es posible un arte diferente,
puesto que nacen de la anciana Musa
todo el saber y toda tu destreza.
En un cantón de Helvecia recogiste
las horas y los días entrañables
en que uno aprende y desaprende todo
lo que se necesita para el mejor
viaje.
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