"Sé generoso en la prosperidad y agradecido en la adversidad." Bahá'u'lláh

miércoles, 10 de julio de 2013

Tiempo


Es más veloz que el viento,

pero nadie ha podido detenerlo.

Los más bellos caballos al galope

no pueden alcanzarlo.

Se escurre entre los dedos como arena

y llena las clepsidras del recuerdo

con amargas memorias y cenizas.

También las alegrías y los éxitos

a su paso aparecen en justa perspectiva.

Nada es como se muestra hasta que el tiempo

lo pone ante su vista.

Es un juez implacable.

No acepta los regalos ni sobornos

del corazón humano.

Con él nosotros nos movemos

a donde nadie quiere, a donde vamos

inexorablemente, hacia las aguas

del mayor de los mares, el gran lago,

enigma portentoso donde lo haya.

De la existencia es nuestra entraña

que se estremece bajo los empujes

de un vendaval tan fiero que sin saña

todo aquello que alcanza lo destruye.

De arena los castillos en la playa

sus olas sin dolor los desmoronan.

Nos vamos y venimos

y en él nos encontramos.

La eternidad es una imagen

que nuestro tiempo es incapaz

de concebir e imaginar.

Somos sustancias en proceso

con un delante y un detrás.

Pero este tiempo así también se agota

como la arena de la ampolla

cayendo poco a poco.

Un grano más y un grano menos

para llegar hasta el final

oscuro y portentoso.

De tiempo estamos hechos

que ve cómo las cosas se van yendo

hacia esa otra gran eternidad

que es nuestra memoria.

La montaña no cae, pues reposa

sobre su propio peso.

Por la ladera abajo el río fluye

también muy fácilmente.

El tiempo sigue la pendiente

de lo que va hacia abajo.

Para encontrar la eternidad debemos

desapegarnos del mortal afecto

a lo que es transitorio y cotidiano,

como las aves que remontan vuelo

sirviéndose del aire cual peldaño.

El alma anhela su mayor espacio

allí donde las trabas materiales

no son obstáculo.

La luz de los afectos verdaderos

irradia sobre todos los espejos

pulidos de su escoria terrenal

y en los amados rostros se refleja.

El bello corazón del compañero

con verbo compasivo y solidario

escucha nuestras cuitas y aconseja.

Todo se desmenuza como el polvo

con el que estamos hechos.

A él hemos de volver

como al crisol terreno

donde se fragua todo

y de su seno se alza nuevo.

Mas nuestras almas desprendidas

contemplarán la edad de los mortales,

se admirarán con sus afanes viejos

que no cesan de dar materia al fuego

y se preguntarán por qué los hombres

no han aprendido aún a ser cabales.

Del tiempo es el proceso

en que reposa todo aprendizaje.

Nadie desea ser tan joven

para volver al vientre de su madre

y allí permanecer a salvo

de las vicisitudes e infortunios

de este azaroso mundo.

Llegar a ser aquello que podemos

por nuestras potencialidades

hace feliz a quien lo logra

y a quienes le rodean.

Los días de esta vida, más preciosos

que el oro y los diamantes,

fluyen veloces cual cascada

de gotas de agua o notas musicales

hacia ese Océano más grande

donde todas las voces tienen alma.

El tiempo es nuestra herencia,

que con facilidad dilapidamos,

y encierra en su interior

todas las maravillas que este mundo

es muy capaz de darnos.

Mas si lo que perdura contemplamos,

la construcción del alma buscaremos

y cuanto nos eleva hacia lo bueno,

lo bello y verdadero,

la dignidad humana.





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