EN MEMORIA DE
MARGARITA FERRAGUT
Cuando las nubes cubren esta tierra,
la tristeza se extiende y como un ala
a sus pobres criaturas da cobijo.
En su recogimiento se entremezclan
y comparten la dicha de haber sido
partícipes de un bello sentimiento.
Del maternal amor y el sacrificio
somos testigos todos los presentes
y sabe mucho más el que temprano
de este mundo inferior se ha hecho
ausente.
En ese plano de la eternidad
todo tiene que verse diferente.
Las penas y alegrías cobran otro
sentido, otra distinta realidad.
Lo primero es lo último
y lo más olvidado, lo primero.
Lo que este mundo aprecia, se
posterga,
y lo que es despreciado es verdadero.
El orden de las cosas se establece
finalmente de acuerdo con su Ley.
El juicio más veraz es para todos
aquel que emana del bendito Rey
que la Gloria divina manifiesta.
A todos con Su fuerza nos alcanza
y a todos con Sus aguas ha dado de
beber.
Quien a la sombra de Su tabernáculo
ha sabido buscar el dulce amparo
no se verá sin la suprema dicha.
Allí donde las almas se
reencuentran,
allí donde el amor tiene su nido,
allí deben reinar con alegría
quienes en este mundo conquistaron
el corazón de todos los amigos.
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