El hombre es un pequeño creador
que sigue al Sol en su grandiosa
órbita,
siempre que tiene cerca de su pecho
el astro que refleja como luna
su forma más perfecta.
De niño aprende las palabras
que enseñan el aspecto de las cosas
y con los años siente su carácter
y su pasión despiertan.
Así llega a crear un orbe propio;
en su brillante espejo reconoce
la luz que a su inocente ser
desciende.
El mundo renovado se presenta
como una formación recíproca
de mente, manos y experiencia.
Su comprensión se agranda y su
visión
llega
tan lejos como sus anhelos.
La ciencia de la vida adquiere
allí donde es posible descubrirla.
Su ser alcanza cuanto mira
y su nuevo poder le torna vanidoso.
Los torpes pasos de soberbia llenos
le hacen creerse casi un dios,
pero los hombres pueden solamente
edificar con barro y con adobe.
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