Arriban las ballenas a la playa:
el corazón que sangra
no enrojece la tierra.
A las montañas huye, si es posible
y no resiste por más tiempo
sobre este duro suelo.
Su jugo han exprimido
en el cuenco vacío de la noche,
y ahora está huyendo el día
(quien abomina de la luz
no puede hallar a Dios).
Sobre la playa lentas agonizan
con la final caricia de las olas.
Las palabras que nunca fueron dichas
en su interior persisten mudas
y con su corazón se apagan.
¿En qué recodo del viaje
atrás dejaron su felicidad
posible, no nacida?
Juntas alegremente navegaron
un día en soledad perfecta.
Chillidos estridentes de gaviota
dicen adiós al sueño de los mares.
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