En el atardecer Trakl caminaba
a través de los bosques otoñales.
Antes de tiempo oyó
las flautas que sonaban cuando el sol
rodaba hacia el ocaso
y los agonizantes que gemían
con sus quebradas bocas
al ángel de la muerte recibían.
En Grodek, en Polonia y en Europa
un vendaval de horror se ha levantado
para enterrar las últimas soberbias
cabezas coronadas.
Un solitario poeta transitaba
por el puente tendido hacia el
futuro,
y con espanto vislumbraba
los signos de la muerte y la impiedad
que el nuevo tiempo reclamaba.
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